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Disfruta descubriendo la cocina de Marruecos

Marruecos es un lugar de contrastes, de aromas, de esencias y de sensaciones a flor de piel. ¿Por qué no hacer una escapada y descubrir a nuestro país vecino y, de paso, su cocina? Incluso antes de estar allí, nos imaginamos su música, sus olores, los sonidos y los bailes. Pero al llegar, descubrimos que Marruecos es eso y más. Es la mezcla del sabor dulce y salado, es lo exótico y lo cercano, es la aventura y la paz.  

La cocina marroquí tiene personalidad propia, pero ha llegado a ella con influencias diversas: mediterráneas, árabes e incluso de la cultura bereber. Con la prohibición sobre el cerdo, lo más habitual es que encontremos platos elaborados con pollo y, sobre todo, con cordero. Abundan los frutos secos en su cocina, y también el pescado y el marisco. Las bebidas alcohólicas son escasas pero si os gusta el té de menta, disfrutaréis de su sabor y su ritual. Sus especias son especialmente conocidas y apreciadas, y suelen utilizarse en recetas más allá de sus fronteras.

Por supuesto, de entre sus platos más conocidos destaca el cous cous (cuscús, para nosotros), realizado con sémola y que suele acompañarse de verduras, cordero o pollo. Es el plato nacional de Marruecos, pero también de Argelia y de Túnez. Se suele acompañar de dos caldos, uno para mojar la sémola y otro, más picante, para enriquecer su sabor.

Imagen: Beata Gorecka, License: CC BY-SA 3.0

El tajine (tajín) es el otro plato estrella de la cocina marroquí. Llamado así por la forma de la cazuela de barro con tapa cónica donde se prepara, es un guiso de cocción lenta, que le confiere ternura y jugosidad a los alimentos. Podemos encontrar diversas variedades; de entre las más usuales destacan el tajín de pollo, el de cordero con ciruelas o el de verduras. Es habitual que nos encontremos que se ha completado con ingredientes dulces, como la miel o las frutas, y por supuesto, los frutos secos, indispensables en esta región.

En nuestra visita a Marrakech, podemos degustar excelentes tajines y cous cous en la Plaza Jemaa el Fna, concretamente en los puestos de comida que se sitúan en plena plaza. También allí podemos disfrutar de un plato típico de la ciudad: la tanjia marrakchia, una carne marinada y condimentada con especias y dulces (donde no pueden faltar los dátiles). Imprescindible descubrirla. Una alternativa más apartada son los zocos, que es la opción preferida de los lugareños; ideal para aquellas personas a las que les gusta descubrir aquello que supera lo turístico.

Más allá del ámbito culinario, hay que aprovechar el viaje y visitar estos lugares, donde se deben regatear los precios de cualquier cosa que quieras comprar. También vale mucho la pena la Madrasa de Ben Youssef y el Palacio de la Bahía (al sur), por citar algunos de los muchos lugares atractivos de la ciudad, que no nos cabrían en este artículo. 

Otro lugar de gran belleza y lleno de magia es la ciudad de Casablanca, que dio título a la famosa película de Humphrey Bogart y a su conocida escena de la ruleta, y donde podremos seguir descubriendo la cocina marroquí. De hecho, podemos hacerlo en el propio Café de Rick (sí, es real), donde podremos degustar la cocina local y también mariscos y pescados tradicionales de la zona, combinándolos con excelentes cocktails en un lugar de cine (nunca mejor dicho), ya que el local se ha decorado como aparecía en la película (en realidad, lo que vimos en la pantalla era un decorado de Hollywood).  

En Casablanca, deberíamos aprovechar para visitar la Medina, con sus calles antiguas y sus tiendas, llenas de la esencia más pura de Marruecos. También vale la pena acercarse al Palacio Real (aunque no podamos entrar en él) y a la Plaza de Mohammed V, con su fuente presidiéndola y los espectáculos que allí se celebran.

Sé que apenas hemos dado unas pocas pinceladas de su cocina y de sus ciudades. No hemos nombrado a Fez, Tánger o Rabat; no hemos hablado de platos como el kefta, la harira o la bastela, entre muchos otros. Pero Marruecos es un lugar que hay que visitar, vivir y degustar más allá de la lectura de una guía, que nunca podrá reflejar las emociones, los sabores y la esencia que transmite.

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«Bon Profit»

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